La Virgen María vestida de hebrea, símbolo de la Cuaresma

Todo lo que rodea a la Semana Santa se caracteriza por estar lleno de detalles que, ante los ojos de algunos, pueden pasar desapercibidos. Detalles que pueden ser insignificantes y que sin embargo tienen numerosas horas de trabajo. Suele este mundo estar cargado de tradiciones y costumbres, heredadas de nuestros antepasados cofrades y que las Hermandades, año tras año, nos recuerdan.

Cada Cuaresma está llena de detalles, tradiciones y costumbres, que se repiten casi sin darnos cuenta. Han sido heredadas tiempo atrás y las Hermandades cumplen con ellas.

Con la llegada de una nueva Cuaresma, se repite uno de los ritos más tradicionales de este tiempo de preparación. En el interior de cada iglesia o capilla, las imágenes de la Virgen se suelen vestir con un atuendo especial, singular y diferente alejado de los ropajes de «diario», una vestimenta esta propia de este tiempo, que indica que un nuevo ciclo comienza. Estamos acostumbrados a ver a las Vírgenes ataviadas con sus mejores galas durante la Semana Santa y fechas especiales, para engrandecer la Imagen de la Virgen en todo su esplendor.

María se muestra más cercana a los devotos, sin joyas, sin lujos, sin coronas, sin bordados, sin ningún elemento ostentoso, para visualizarla de la misma forma en la que Jesucristo lo hizo antes de morir en la cruz.

La imagen se muestra desnuda de elementos ostentosos, para ser visible de la manera más simple, más discreta y sencilla. El inicio de la Cuaresma y la cercanía de la Semana Santa, se anuncia con el olor a azahar y torrijas en las calles, y con María vestida de hebrea en los templos.

La antigua Virgen de la Hiniesta, vestida de hebrea por Juan Manuel Rodríguez Ojeda. La fotografía fue tomada por Rafael Pavón Fernández y se encontraba en el taller del insigne artista. Archivo Histórico Hermandad de la Hiniesta

Para hablar sobre el origen de esta manera de vestir a nuestras vírgenes, nos tenemos que remontar a la Sevilla de principios del siglo XX. Su ideólogo fue don Juan Manuel Rodríguez Ojeda, bordador y diseñador sevillano, cuyas obras revolucionó el mundo cofrade de principios de siglo XX. Ojeda innovó y renovó, en gran parte, el estilo de las Cofradías de la capital andaluza y su modelo se fue extendiendo por toda Andalucía y gran parte de España. Juan Manuel Rodríguez Ojeda atavió por vez primera de hebrea a la titular Dolorosa de la Hermandad de la Hiniesta de Sevilla de la que, en 1905, fue nombrado Teniente de Hermano Mayor. Se encargó de confeccionar el manto y el palio, así como también el arreglo de sus imágenes titulares.

La imagen de María Santísima de la Hiniesta Dolorosa, se presentó en Cuaresma despojada de todos sus atributos de reina y vestida mediante pliegos de papel, con un sencillo manto de raso, una sencilla saya, ceñida a la cintura con un fajín, el rostro enmarcado por un velo plisado y tocada con aro de estrellas como único atributo de santidad. Con el paso del tiempo, su atuendo fue perfeccionándose con mucho más artificio y otorgándole mayor personalidad y originalidad.

La Sevilla de la época era una ciudad muy religiosa en lo espiritual y en lo social, donde la liturgia traspasaba los muros de los templos, y marcaba la vida cotidiana de los ciudadanos, implantando usos y costumbres que afectaban al ocio, al vestuario e incluso a la propia gastronomía. En este sentido era la Cuaresma una de las épocas más importantes, un periodo de oración y preparación. De esta forma, la sobriedad y el gusto por lo escaso inundaba las celebraciones religiosas y la decoración de los templos, donde se suprimían flores, se silenciaba la música y se ocultaban los ornamentos más lujosos, no como señal de tristeza, sino como signo de disposición.

El trabajo de Juan Manuel Rodríguez Ojeda hacía evidente que poseía un profundo conocimiento de los protocolos de la liturgia y de su lenguaje simbólico. Se sabe que durante sus inicios, como bordador en el taller de las hermanas Antúnez, fue instruido en iconografía sagrada, poseía amistad con personalidades muy cultivadas dentro de la jerarquía eclesiástica sevillana y la producción de ornamentos litúrgicos era una de las principales especialidades de su taller.

El artista vistió a la Virgen con total austeridad, acorde a los principios cuaresmales. Ya no la mostraba como Reina de los Mártires en su condición de Madre Dolorosa, sino que la presentaba en toda su dimensión humana y humilde, cumpliendo de este modo la proposición de la sagrada liturgia cuaresmal, que ve a María como modelo de discípulo amado, que escucha y sigue a Cristo hacia el monte Calvario.

Esta indumentaria, la de hebrea, contaba con precedentes en los siglos XVIII y XIX, aunque la redefinición del prototipo de hebrea, por parte de Rodríguez Ojeda, se constituye como una creación genuina del artista. La vestimenta de hebrea no sólo fue un recurso estético, sino que fue tomada como instrumento para recalcar la función ejemplarizante de la Virgen María que, representada en su humana condición de discípula y seguidora del mensaje de Cristo, la mostraba como el ideal de participación litúrgica de la Iglesia en Cuaresma.

La idea de vestir de hebrea a la Virgen María, fue acogida por otras Hermandades, ya que, a juzgar por la prensa de la época, no fueron pocas las dolorosas que, durante los años veinte, se presentaban en Cuaresma vestidas de hebrea (apelativo que ya era recogido en las crónicas de Muñoz San Román para designar a este atuendo).

Ya en la década de los años 50, se generalizó el vestir a la Virgen de hebrea y, en la actualidad, trasciende como una de las señales estéticas de la llegada de una nueva Cuaresma.

Existen algunas Hermandades (como la de la Estrella de Triana) que visten a sus Dolorosas de hebreas durante el tiempo de la Navidad, para que se vea la sensillez con la que dio a luz al Salvador, aunque en vez de usar el típico aro de estrellas, rematan la vestimenta con una diadema de metal.

La vestimenta de hebrea, pese a que puede ofrecer distintas variaciones de colores o tejidos, suele presentar normalmente un manto azul en raso, que puede ser en tonos más claros, dando así un poco de más alegría, o en tonos oscuros, lo que da recogimiento. También, últimamente, se está utilizando el terciopelo en diferentes colores, ya que es un tejido de más calidad y mayor elegancia. Es característico que el forro del manto sea de color blanco, por lo que al colocarlo, el doblez destaque como una franja blanca sobre la cabeza y los hombros de la Virgen. En cuanto al color de la saya, casi siempre se usa el rojo, y al igual que el manto, se emplea en tonos claros u oscuros dependiendo de la seriedad y carácter de la Hermandad.

Para colocar el tocado de hebrea, Rodríguez Ojeda pensó que las imágenes tenían que ir lo más sencillas posibles, ya que lo que la vestimenta quiere representar es a una Virgen María humilde y sencilla, como una mujer hebrea. Para ello, los tocados de hebrea, son siempre de telas lisas y sin adornos, como el tul o el raso blanco o crudo, el cual se puede poner de forma aireada, dejando ver el pelo y las orejas de la imagen, o más recogido, ajustándose a la cara. Raras veces se usan encajes o mantillas ricas en dbujo y elaboración, ya que, se debe ataviar a la imagen de la forma más sencilla y discreta posible. También se puede utilizar parte de la tela del fajín, para hacer una composición más original como es el caso, entre otras, de la Esperanza de Triana. Parece ser que Rodríguez Ojeda hizo pruebas para el rostrillo con un papel de seda, como el que utilizaba para el diseño de sus bordados.

Lo más característico, en la ropa de hebrea, es el cinturón o fajín que la imagen luce en su cintura. Para ello, Rodríguez Ojeda, buscó una tela llamativa, a rayas de colores, que combinaba perfectamente con el manto azul y la saya de color rojo, y que ha perdurado hoy día en el tiempo, ya que actualmente son muchos y muy vistosos los fajines de colores que las Vírgenes suelen lucir durante la vestimenta de hebrea. Por último, la imagen lleva sobre sus sienes una diadema de metal con doce estrellas. El conjunto recuerda a la Inmaculada Concepción de la Virgen, no sólo por las doce estrellas, sino también por el colorido, ya que el rojo jacinto y el azul cobalto eran los colores inmaculistas originales.

Pese a que muchos creen que la ropa de hebrea se usa para representar la vestimenta de la época de María, así como su humildad, la verdad sobre su creación es que, Juan Manuel Rodríguez Ojeda, creó esta nueva forma de vestir a las Vírgenes, debido a la escasez de ajuar con el que contaba la Santísima Virgen de la Hiniesta en esa época.