«Con la Iglesia hemos topado»

Nos despertamos hace unas jornadas con la noticia de que el Consejo Local de Hermandades y Cofradías de la Línea de la Concepción había informado a la que era, hasta ese momento, pregonera de la Semana Santa, Elena Greandia, de su destitución como pregonera, por orden del obispado. Mediante una carta, firmada por su presidente Juan Correa, la Junta Directiva del Consejo le explicaba a la ya expregonera que, por causas ajenas a su voluntad, se veían obligados a destituirla para tal cometido por estar divorciada de su primer matrimonio canónico y casada por lo civil con su marido actual, con lo que cumple los requisitos, tal como recoge el Papa Francisco en su exhorto «Amoris Laetitia» de 2016, con respecto a los divorciados vueltos a casar.

Con este tema me viene a la cabeza un caso muy similar, de mi etapa como Secretario en la que fue mi Hermandad. Resulta que había un Hermano (lo pongo con mayúsculas por que realmente merece este título más que muchos), que ayudaba como el que más, que colaboraba en todo lo necesario y que, en muchas ocasiones, salvó de algún apuro económico a la Hermandad, organizando rifas, haciendo de postulante o, incluso, de guía artístico, desgranando todos los pormenores de la sede canónica de la Hermandad.

Cual era el grado de compromiso con su/nuestra Hermandad que, en cada convocatoria electoral, se contaba con él, como colaborador de la Junta de Gobierno. Un colaborador que, siempre, trabajó más que muchos miembros de la misma. Una persona que, a mi entender, no ha recibido el respaldo que debiera, por el mero echo de estar divorciado, y por ello decidió dar un paso atrás hace algún tiempo.

Como él mismo bien decía «si valgo para estar de colaborador, para ser contraguía, para dar charlas, para pedir dinero o para hacer un pregón o presentación de cartel, ¿Qué me incapacita para estar, oficialmente, dentro de una Junta de Gobierno? ¿Una norma? ¿Un estado civil?».

Con el caso de mi gran amigo y con el de esta expregonera, se me vienen siempre las mismas preguntas: ¿Pesa más la vida privada de una persona a la hora de ejercer un cargo dentro de una Hermandad? ¿Si esa persona estuviera casada o soltera, tendría más legitimidad para pregonar o para ejercer un cargo? ¿No deberíamos mirar más los actos de la persona, cofrade y cristianamente hablando, en vez de su vida privada o estado civil?

Seguramente muchos diréis qué si está dentro de la Iglesia, debe cumplir sus normas, bien. Pero, si un pregonero no es un cargo dentro de una Hermandad, ¿también debe estar sometido a estas «normas»? ¿No debería primaria más el mensaje que tenga que dar esa persona, en vez de su estado civil? ¿Por que se empeñan algunos, dentro de la Iglesia, en espantar a más gente y en dar más argumentos a quienes la critican por falta de actualización a los tiempos que corren?

Como el propio Papa Francisco dijo «Si una persona busca al Señor y tiene buena voluntad quien soy yo para juzgarla». Quizás el obispo de Cádiz y Ceuta ha perdido una oportunidad de oro para llevar a cabo este mensaje del Papa y quitarse el San Benito de «estirado». Por el contrario parece haber querido sumar otro grado más de antipatía, a los ya conocidos, como su decisión de saltarse a la torera la aprobación, en Cabildo de Hermanos, de la Hermandad del Perdón de Cádiz, de cumplir sus horarios escritos en sus Estatutos o el de querer cerrar una taberna gaditana, arruinando a la humilde familia que la gestionaba desde muchos años, todo por la codicia de una operación inmobiliaria. Quizás el, denominado por algunos curas de su propia Diócesis como el «obispo señorito», ha perdido la oportunidad, para demostrar un poco de empatía.

Por último, ¿deberíamos los cofrades ser más humanos ante estos casos y hacer vivo el mensaje de Cristo del amor al prójimo? ¿Deberíamos «hacer fuerza» y plantarnos ante estas decisiones? ¿Quizas la destitución no debería haber sido de la pregonera, sino de quien la nombró? ¿Deberia haber dicho «No» la nueva prefonera, en solidaridad con la destituida?

Como suelen decir algunos, dentro de la Iglesia los hay más papistas que el Papa o con la iglesia hemos topado. Pero como decía Jesucristo, y me permito hacer mía esa frase: «El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra».